Inquieta a Europa el contundente avance de la ultraderecha

Obtuvo excelentes resultados en las últimas elecciones en Hungría, Francia e Italia



Europa asiste con inquietud al notable despliegue de la extrema derecha, que obtuvo excelentes resultados en las recientes elecciones de Hungría, Italia y Francia. Impulsada por la crisis económica, el desempleo masivo, la inmigración, el temor al islam, la inseguridad, el miedo al cosmopolitismo y la sensación de incertidumbre que viven las clases sociales más frágiles, la derecha populista avanza en el continente a paso de ganso.

Así lo confirmó el tsunami naranja que anteayer se abatió sobre Hungría. Naranja, por los colores del partido de derecha conservador, Fidesz, que fue el gran vencedor de la primera vuelta de las elecciones parlamentarias, con el 52,74% de los votos.

Jamás ningún partido había alcanzado semejantes resultados en ese país de Europa del Este: con 206 bancas sobre las 386 del Parlamento, el Fidesz tendrá una mayoría suficiente para gobernar solo. La segunda vuelta del 25 del actual debería incluso ampliar esos resultados.

çPero los húngaros también plebiscitaron a la extrema derecha. Con 16,68% de los sufragios, el xenófobo Jobik duplicó los resultados obtenidos en las elecciones europeas. Ese triunfo fue el último de una nutrida serie de éxitos logrados recientemente por la derecha populista en el Viejo Continente.

Pocos días antes, el excelente resultado obtenido por la Liga Norte de Umberto Bossi en las elecciones regionales italianas del 28 de marzo fue otra de las facetas más visibles de esa creciente ola de intolerancia. Componente cada vez más esencial de la coalición gobernante de Silvio Berlusconi, el partido de ultraderecha de Bossi aumentó su caudal en más del 50% en los últimos cinco años.

Fundada hace 25 años por el histriónico Bossi, que una vez pidió que la marina italiana torpedeara los botes con inmigrantes ilegales que llegan a las costas de la península, la Liga también reclama la independencia de las provincias del norte de Italia, para liberarse de los "miserables" del Sur.

Sus promesas consiguieron atraer a una gran cantidad de electores de la clase obrera que antes votaban por el desaparecido Partido Comunista Italiano y la Izquierda Democrática. Ese progresivo desplazamiento del electorado popular -desde el derrumbe de la URSS- parece indicar que el voto de protesta e inquietud se canaliza ahora a través de la extrema derecha.

Apenas dos semanas antes, en las elecciones regionales francesas, el Frente Nacional (FN) obtuvo un inesperado éxito al adjudicarse 11% de los votos a nivel nacional. Si bien el partido del ultraderechista Jean-Marie Le Pen está lejos de sus récords, esos resultados demuestran que la xenofobia, el racismo y el miedo al futuro persisten en el electorado francés.

También las elecciones municipales del 3 de marzo en Holanda estuvieron marcadas por un sensible avance de la ultraderecha. El Partido de la Libertad (PVV), del líder populista Geert Wilders, confirmó su éxito de las últimas elecciones europeas, cuando ganó cuatro bancas. El PVV alcanzó el 17% de los votos, que lo transforma en la segunda fuerza política del país. En las elecciones legislativas anticipadas del 9 de junio próximo, el PVV podría obtener 27 de las 150 bancas del Parlamento.

En Austria, dos partidos de extrema derecha se disputan los votos que quedaron huérfanos después de la muerte de Jörg Haider. En las legislativas anticipadas de septiembre pasado, ambos totalizaron 29% de los sufragios: el BZÖ, creado por Haider poco antes de su muerte tras abandonar el FPÖ, ha mantenido un caudal importante de simpatía, mientras que el FPÖ sigue avanzando.

En los países del ex Pacto de Varsovia, la extrema derecha también ha vuelto a salir de la caja de Pandora. En Hungría, Eslovaquia y Rumania, los partidos pro fascistas recuperaron el vigor que tenían antes de la Segunda Guerra Mundial. En Eslovaquia, el Partido Nacional Eslovaco, radicalmente nacionalista, debería mantenerse en el gobierno de coalición después de las legislativas del 12 de junio. Sus banderas no difieren demasiado de las enarboladas en el resto de Europa: xenofobia, defensa de la identidad nacional, antisemitismo, rechazo de los inmigrantes, del ultraliberalismo, la globalización y de las organizaciones supranacionales como la Unión Europea y la OTAN.

El Partido Nacional Británico sigue ganando adeptos al grito de "¡Castigar a los cerdos y recuperar nuestro país!". La crisis parece haber aumentado la influencia de esa pequeña formación xenófoba de cara a las elecciones de mayo próximo.

Los minaretes

En los países escandinavos, la retórica sobre el peligro del islam y los inmigrantes es igual de eficaz: el Partido del Pueblo Danés es, desde 2001, el indispensable apoyo parlamentario del gobierno liberal conservador; el Partido del Progreso es la segunda formación en Noruega, y los Demócratas de Suecia podrían entrar al Parlamento a partir de septiembre.

Pero el resultado más espectacular de la derecha populista en los últimos meses se produjo en Suiza a fines de noviembre, cuando la propuesta de prohibir la construcción de minaretes en la confederación fue adoptada en un referéndum por más del 57% de los electores.

Esa iniciativa de la Unión Democrática de Centro, la ultraconservadora formación de Christoph Blocher, parece haber germinado en muchos dirigentes europeos de derecha, que intentan recuperar con gestos populistas sus evaporados caudales de simpatía: así parecen demostrarlo los actuales debates sobre la identidad nacional y la prohibición de la burka en Francia, Holanda y Bélgica.