La Mujer en el Islam
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 Ella se distingue por su carácter islámico y su verdadera religión

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Ithar Ghada Faied
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MensajeTema: Ella se distingue por su carácter islámico y su verdadera religión   Ella se distingue por su carácter islámico y su verdadera religión EmptyVie Mar 26, 2010 5:12 pm

No existe duda alguna: la mujer musulmana se distingue por su carácter islámico y se siente orgullosa de la elevada posición que el Islâm le ha conferido en una etapa muy temprana, antes de que las mujeres lograran algo parecido en las otras naciones. Quince siglos atrás, el Islâm, proclamó los derechos completos de las mujeres, por primera vez en la historia, y las musulmanas disfrutaron de los derechos humanos, siglos antes, que el mundo escuchara algo sobre las organizaciones de derechos humanos o fuera testigo de alguna "Declaración de Derechos Humanos".

En esa prematura etapa, el Islâm declaró que las mujeres eran mitades gemelas de los hombres, así como lo manifestó un Hadîz narrado por Abu Dâûd, Tirmidhî, Al Darimî y Ahmad. En una época en que el mundo cristiano dudaba de la humanidad de las mujeres y de la naturaleza de su alma, el Qur’ân declaró:

[Su Señor les respondió sus súplicas y dijo: No dejaré de recompensar ninguna de vuestras obras, seáis hombres o mujeres. Procedéis unos de otros.] (Qur’ân 3:195)

El Profeta (sws) aceptó el juramento islámico de las mujeres y su obediencia, así como aceptó el de los hombres. El bay'ah de las mujeres fue independiente y separado del de los hombres de su pueblo, y no fue efectuado como un ciego acto de sumisión. Esto constituye, más bien, una confirmación de la independencia de la identidad de la musulmana, y de su competencia para sostener la responsabilidad de dar el juramento de fidelidad y cumplir el compromiso de someterse a Allâh (swt) siendo leal a Él (swt) y a Su Mensajero (sws). Todo esto sucedió siglos antes de que el mundo moderno reconociera el derecho de la mujer a la libertad de expresión y el derecho a votar independientemente. Esto es por añadidura a otros importantes derechos, tales como el derecho independiente a sus propios bienes y su libertad de responsabilidad para gastarlo en otros, aunque sea rica. Y además, demuestra su igualdad con los hombres en cuanto a valoración humana, educación, y obligaciones religiosas generales y legales. Un tratamiento completo de los derechos que el Islâm ha concedido a las mujeres es el respeto.

El nivel de respeto, derechos y competencia alcanzados por la mujer musulmana son algo sorprendente para las mujeres occidentales. Recuerdo el comentario de una mujer norteamericana en un discurso brindado en Estados Unidos por el erudito sirio Sheij Bahyat al Bitâr sobre los derechos de las mujeres en el Islâm. Esta dama estaba tan asombrada de los derechos, que la mujer musulmana había ganado quince siglos atrás, que se levantó y preguntó: “¿Es cierto lo que usted dice acerca de la mujer musulmana y sus derechos o es sólo propaganda?, Si fuera cierto, entonces lléveme a vivir con usted por un tiempo, y luego déjeme morir”. Muchas otras mujeres occidentales también expresaron su asombro respecto a la posición y el respeto otorgado a las mujeres en el Islâm.

Si la musulmana moderna comprendiese todo esto, también estaría llena de admiración por su genuina religión. Su Fe se ahondaría y su convicción de la grandeza y perfección de este programa divino para la felicidad humana, el bienestar de los hombres y las mujeres por igual se acrecentaría aún más. Para ella, es suficiente saber que quince siglos atrás, el Islâm logró más por las mujeres de una sola vez que lo que ninguna otra nación haya logrado en el siglo veinte.

Es suficiente saber que la Revolución Francesa de finales del siglo XVIII dio a luz a un documento de derechos humanos titulado: "Declaración de los Derechos del Hombre y los Ciudadanos". La primer cláusula de este documento manifiesta: "Los hombres nacen libres e iguales bajo la ley". Hubo un intento de añadir las palabras "y las mujeres," pero fue rechazado, la declaración permaneció confinada solamente a los hombres: "El hombre nace libre y no debe ser esclavizado". Un siglo después, a finales del siglo XIX , el gran erudito Gustave Le Bon expresó en su libro La psicología de los pueblos, que las mujeres nunca han sido iguales a los hombres, excepto en períodos de declive. Este comentario apareció en refutación a las demandas, de que las mujeres fueran consideradas iguales a los hombres, concediéndoles el derecho al voto.

Así es como permaneció la situación, hasta el advenimiento de la Liga de las Naciones, después la I Guerra Mundial, y la Organización de Naciones Unidas (O.N.U.), después la II Guerra Mundial. La defensa de los derechos de la mujer tuvo éxito en establecer la igualdad de las mujeres con los hombres, sólo después de mucho y duro trabajo, porque se enfrentaban a los obstáculos de las tradiciones y costumbres quasi-religiosas; y tampoco tuvieron acceso a ningún texto de Derecho Nacional o Internacional que tratara a las mujeres con cierta medida de justicia, el cual, podían haber utilizado para derribar estos obstáculos y liberar a la mujer del opresivo legado del pasado. Mientras tanto, quince siglos atrás, el Islâm, había demostrado definitivamente en el Qur’ân y la Sunnah que los hombres y las mujeres son iguales en términos de recompensa, castigo, responsabilidad, culto, mérito humano y derechos humanos.

Cuando el Islâm hizo a los hombres y a las mujeres iguales en términos de derechos humanos, los hizo también iguales en términos de obligaciones humanas, así como a ambos les fue encargado el rol de Calîfah sobre la tierra y se les ordenó poblarla y cultivarla, y adorar a Allâh (swt) en ella. El Islâm les otorgó a cada uno de ellos un papel único para establecer una sociedad humana justa.

Estos papeles son complementarios, no opuestos, y se aplican a todo hombre y mujer. Cada sexo debe desempeñar el papel en el que se acomode mejor y para el cual está calificado, con el propósito de formar individuos, familias y sociedades sólidas y lograr la solidaridad, asistencia mutua y cooperación entre los dos sexos, sin impedir a nadie realizar alguna acción permitida que él o ella desee hacer. Los hombres y las mujeres son gobernados ecuánimemente, cualquiera que sean los intereses de la humanidad y ambos serán recompensados de acuerdo a sus acciones en esta vida, tal como Allâh (swt) dijo:

[Al creyente que obre rectamente, sea varón o mujer, le concederemos una vida buena y le multiplicaremos la recompensa de sus obras.] (Qur’ân 16:97)

Tanto hombres como mujeres son considerados "pastores, responsables de sus rebaños", así como está manifestado, en un Hadîz muy conocido del Profeta (sws).

La mujer musulmana que comprenda el elevado estatus que el Islâm le concedió hace quince siglos, sabe perfectamente que la posición de las mujeres en todas las naciones gobernadas por los antiguos derechos, era pavorosa especialmente en la India, Roma, Europa Medieval y en la Arabia anterior al advenimiento del Islâm. De allí proviene su orgullo por su identidad islámica, su verdadera religión, y el elevado crecimiento de su estatus humano.

La posición de las mujeres bajo los antiguos derechos podría ser resumida en el comentario del líder indio Jawarharlal Nehru en su libro The Discovery of India (El Descubrimiento de India): "La posición legal de las mujeres, de acuerdo a Manu (una de las divinidades hindúes), era indudablemente muy mala. Ellas siempre dependían de alguien, ya fuera de su padre, marido o de su hijo." Es algo conocido que la herencia en la India siempre pasaba a manos de la línea de descendientes varones, y excluía a las herederas de sexo femenino completamente.

Nehru comentó lo siguiente sobre esto: "En cualquier caso, la posición de las mujeres en la antigua India era mejor que la de la antigua Grecia o Roma, o que durante el primer período del cristianismo".

La posición de una mujer en el antiguo Derecho Romano estaba basada en la negación completa de sus derechos cívicos, y en la exigencia a estar constantemente bajo el tutelaje de un guardián, fuera una menor o mayor de edad, simplemente porque era de sexo femenino. De este modo, ella siempre estaba bajo tutelaje de su padre o de su marido, y no tenía libertad, en todo lo que hiciera o deseara. Por lo general, podía recibir herencia, pero no tenía derechos de herencia.

Bajo el Derecho Romano, una mujer era simplemente una de las posesiones de su esposo, privada de su propia identidad y libertad de conducta. Los efectos de este derecho, aún son visibles en el siglo XX en la mayoría de los estados modernos, cuyos derechos están todavía influenciados por el Derecho Romano.

Como resultado de las influencias del Derecho Romano, la posición de las mujeres durante el primer período del cristianismo era estremecedora, como sugirió Nehru. Algunos concilios religiosos arrojaron dudas sobre la humanidad de las mujeres y la naturaleza de su alma. Se sostuvieron conferencias en Roma para debatir estos asuntos, y para discutir si las mujeres poseían almas como los hombres, o si sus almas eran como las de los animales como la serpiente o el perro. En una de estas reuniones de Roma, incluso se decidió que las mujeres no poseían alma alguna y que jamás serán resucitadas en la vida futura.

En la Península Arábiga, la mayoría de las tribus antes del advenimiento del Islâm consideraban a las mujeres como algo menospreciado y detestado eran vistas como una fuente de ignominia que muchos intentarían evitar, enterrando a las niñas vivas al nacer.

El Islâm condenó esta espantosa situación para las mujeres en más de un pasaje del Qur’ân. Aludiendo a la baja estima que soportaban las mujeres en el tiempo de la yâhiliiah, Allâh (swt) dijo:

[Cuando se le anuncia a uno de ellos [el nacimiento de] una niña, se refleja en su rostro la aflicción y la angustia.

Por lo que se ha anunciado se esconde de la gente avergonzado y duda si la dejará vivir a pesar de su deshonra o la enterrará viva ¡Qué pésimo lo que hacían!] (Qur’ân 16: 58-59)

Al explicar el enorme crimen de enterrar viva a una niña inocente, quien jamás cometió pecado alguno, Allâh (swt) dijo:

[Y] cuando se les pregunte a las niñas que fueron enterradas vivas, por qué pecado las mataron. [Los árabes en la época preislámica enterraban a sus hijas vivas por temor a la pobreza o a que éstas pudiesen caer en manos de los enemigos] (Qur’ân 81: 8-9)

“Las mujeres estaban en la más espantosa y humillante de las situaciones, en la cual su propia humanidad estaba en duda -especialmente en el mundo árabe, antes de la llegada del Islâm- y en la mayor parte del mundo civilizado de esa época. Hoy en día, la mayoría de las naciones/estados modernos, todavía están influenciadas por el Derecho Romano, como es bien sabido por los especialistas en Derecho." [1]

La mujer musulmana comprende la gran bendición que Allâh (swt) le confirió, el día en que la brillante luz del Islâm resplandeció en el mundo árabe:

[Hoy os he perfeccionado vuestra religión, he completado Mi gracia sobre vosotros y he dispuesto que el Islam sea vuestra religión.] (Qur’ân 5:3)

El alma de la mujer musulmana esta llena de felicidad, satisfacción y orgullo y su estatus y posición están elevados por el hecho de que el Islâm otorgó a la madre un estatus más alto que al del padre. En una ocasión, un hombre vino hacia el Profeta (sws) y le preguntó: "¡Oh, Mensajero de Allâh ! ¿Quién de entre la gente es más merecedor de mi buena compañía?". Él (sws) respondió: "Tu madre." El hombre preguntó después: "¿Y luego, quién?". El Profeta (sws) respondió, "Tu madre." El hombre preguntó nuevamente: "¿Y luego, quién?". El Profeta (sws) le contestó: "Tu madre." El hombre volvió a preguntar: "¿Y luego, quién?". El Profeta (sws) dijo: "Luego, tu padre." [2]

Por la manera en que ella fue creada, la mujer es única en cuanto a su facultad para dar a luz un niño, amamantarlo, y criarlo, un rol difícil y que lleva consigo mucho trabajo duro, así como señala el Qur’ân:

[Le hemos ordenado al hombre ser benevolente con sus padres. Su madre le llevó [en el vientre] soportando molestia tras molestia, y su destete es a los dos años. Sed agradecidos conmigo y con vuestros padres; y sabed que ante Mí compareceréis.] (Qur’ân 31: 14)

Así como a las mujeres les fue colocada esta pesada carga sobre los hombros, a los hombres se les dio la función de mantener y proteger a la familia (qaûûamûn); ellos tienen el deber de ganar dinero y gastarlo en la familia. Sin embargo, todavía muchos hombres no comprenden la posición de la madre en el Islâm, tal como lo refleja el Hadîz anteriormente citado, en el cual un hombre le preguntó al Profeta (sws) quién era la persona más meritoria de su buena compañía.

El Islâm elevó la posición de las mujeres colocando la posición de la madre por encima de la del padre, también otorgó a las mujeres el derecho a mantener sus propios apellidos familiares después del matrimonio.

La musulmana mantiene su propio apellido e identidad después del matrimonio, y no necesita tomar el apellido de su marido como sucede en occidente, donde las mujeres casadas son conocidas por el apellido de su marido como "la señora de fulano," y su nombre de soltera es cancelado de los registros cívicos. Por ello el Islâm preserva la identidad de la mujer después del matrimonio aunque a la musulmana se le insté enfáticamente a ser una buena esposa, obedeciendo y respetado a su marido, su identidad no deberá ser reprimida ni impuesta por alguien.

Si añadimos a esto el hecho, de que el Islâm ha otorgado a las mujeres el derecho a la libertad completa en cuanto a disponer de sus propios bienes, y que no se espera que ellas lo gasten en el mantenimiento de alguna otra persona, la elevada posición que el Islâm otorga a las mujeres se convierte en algo cristalino. Por lo tanto, podemos comprender cuánto desea el Islâm de que las mujeres sean libres, orgullosas, respetadas y sean capaces de cumplir su formidable misión en la vida.

[1] Ver Dr. Ma'ruf al Dawalibi, Al mar'ah fi'l Islâm. p.23.

[2] (Bujâri y Muslim), Ver Sharh al Sunnah, 13/4, Kitâb al isti'dhan, bâb birr al walidayn.
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