La Mujer en el Islam
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 Trabaja para apoyar la religión de Allah (swt)

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Ithar Ghada Faied
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MensajeTema: Trabaja para apoyar la religión de Allah (swt)   Trabaja para apoyar la religión de Allah (swt) EmptyVie Mar 26, 2010 5:04 pm

El acto de adoración más importante, que la musulmana puede realizar, es el de esforzarse para establecer el gobierno de Allâh (swt) en la tierra y seguir la forma de vida que Él (swt) ha prescrito, para que el Islam gobierne la vida del individuo, la familia, la comunidad y la nación.

La musulmana sincera sentirá que su adoración está careciendo de algo, si no se esfuerza en alcanzar el propósito por el cual Allâh (swt), creó a los yinn y a los hombres, es decir, promover la supremacía de la autoridad de Allâh (swt) sobre la tierra, siendo la única alternativa, por la cual la humanidad podrá rendir culto a Allâh (swt) con sinceridad:


[ Por cierto que he creado a los genios y a los hombres para que Me adoren.] (Qur’ân 51:56)

Este es el único camino por el cual el verdadero significado de las palabras "La ilaha illâ Allâh" será comprendido e incorporado en nuestras vidas.

Las primeras musulmanas tenían un cabal conocimiento de este significado, que penetró profundamente dentro de sus almas. Ellas no eran menos entusiastas que los hombres cuando llegaba el tiempo del sacrificio y el coraje por la voluntad de Allâh (swt). Algunas de las mujeres de las primeras generaciones de esta Ummah sobrepasaron a muchos de los hombres en este respecto.

Asmâ bint 'Umais (ra), la esposa de Ja'far ibn Abî Tâlib (ra), se apresuró a abrazar el Islâm junto a su esposo en los prematuros días del Islâm, los días de penuria y sufrimiento. Ella emigró junto con él a Abisinia, y corrió los riesgos y privaciones involucradas en la causa de Allâh (swt), para apoyar Su religión. Cuando 'Umar ibn al Jattâb (ra) bromeó con ella y le dijo “¡Oh Habashiah (mujer abisinia)! Nosotros te adelantamos en Madînah”. Ella dijo "Ciertamente tú has dicho la verdad. Vosotros estabais con el Mensajero de Allâh (sws), alimentando a los hambrientos y enseñando a los ignorantes, mientras nosotros estabamos lejos en el exilio. ¡Por Allâh (swt)!, Iré al Mensajero de Allâh y le contaré esto." De esa manera, fue donde estaba el Profeta (sws)y le dijo "¡Oh Mensajero de Allâh! Algunos hombres nos critican y sostienen que nosotros no estamos entre los primeros muhâyirûn". El Mensajero de Allâh (sws) dijo, "Pero vosotros tenéis dos emigraciones. Vosotros emigrasteis a Abisinia mientras estabamos retenidos en Makkah, luego emigrasteis hacia mí, tiempo más tarde." [1]

Asmâ bint 'Umays (ra) se destacó al establecer la virtud de aquellas mujeres que habían emigrado a Abisinia en los primeros días del Islâm, y además comprendió, a través de las palabras del Profeta (sws), que este distintivo grupo tendría una recompensa equivalente a haber realizado dos hiyrahs. Esto constituyó un gran honor para ellas, pues no vacilaron en apoyar al Profeta (sws), a pesar de que esto significaba dejar atrás a sus familias y a su tierra natal por la causa de Allâh (swt).

Las mujeres musulmanas también estuvieron presentes en el tratado de 'Aqabah, llevado a cabo en secreto, al abrigo de la oscuridad, y el cual jugó un papel tan importante en el respaldo al Profeta (sws). Entre la delegación de los Ansâr, se encontraban dos mujeres de posición y virtud: Nasibah bint Ka'b al Maziniah, y Umm Mâni 'Asmâ bint 'Amr al Sulamiyyah, la madre de Mu'âdh ibn Jabal ; la última estuvo presente con el Profeta (sws) en Jaibar donde se desempeñó extremadamente bien.

Cuando el Profeta (sws) comenzó su misión, predicando el puro Tauhîd y el abandono de la adoración de los ídolos, los mushrikûn, estaban muy enfadados con él y complotaron forzar su casa a la noche para matarlo. Los conspiradores se mantuvieron en silencio y se comprometieron a guardar en secreto su plan de matar al Profeta (sws) entre ellos mismos. Nadie aún intuía que habría un complot, aparte de una musulmana, que sobrepasaba los cien años. Su nombre era Ruqayqah bint Saiifî, y no dejó que la debilidad de su avanzada edad la detuviera para darse prisa en salvar la vida del Profeta (sws). Ella se dirigió a la casa del Profeta (sws) y le contó lo que la gente estaba planeando hacer. Así el Profeta (sws), emprendió directamente su hiyrah, dejando su más amado terruño sobre la superficie de la tierra, y dejando a su primo 'Ali (ra) durmiendo en su cama a fin de que los conspiradores que merodeaban su casa pensaran que él estaba allí. Esto los mantendría ocupados por un momento de perseguirlo y matarlo en el camino. [2]

¡Qué tremendo servicio hizo esta gran mujer por el Islâm y los musulmanes! ¡Cuán grande era su yihâd para salvar la vida del Mensajero de Allâh (sws) en el momento más peligroso que haya enfrentado!

Cuando el Profeta (sws) y su compañero abandonaron Makkah, y quedaron fuera del alcance de sus enemigos, en la caverna del monte Zawr, una jovencita les trajo comida, agua y noticias de la gente que estaba esperando por ellos. Su nombre era 'Asmâ bint Abî Bakr al Siddiq (ra).

Esta valiente jovencita solía cubrir una gran distancia entre Makkah y el monte Zawr durante la noche. La dificultad y el aislamiento de este viaje, además de la presencia de enemigos vigilando, no la desanimaron. Sabía que al salvar la vida del Profeta (sws) y su compañero, y al ayudarlos a alcanzar su objetivo de llegar a Madînah, ella estaría apoyando la religión de Allâh (swt) y trabajaría para hacer Su palabra suprema sobre la tierra. Por tal motivo, tomó a su cargo esta difícil misión diaria, permaneciendo siempre alerta y esforzándose en ocultarse cuando caminaba y escalaba la montaña, hasta haber llevado las provisiones y noticias al Profeta (sws) y a su compañero. Luego regresaba hacia Makkah, bajo el amparo de la oscuridad. [3]

Esta misión en la que aún el más fuerte de los hombres podía haber fracasado no fue todo lo que 'Asmâ (ra) hizo para respaldar al Profeta (sws) y el Islâm. También fue probada severamente, y resultó ser tan sólida como una roca, el día que los mushrikûn la rodearon y le preguntaron acerca de su padre. Ella negó saber nada, y entonces ejercieron una severa presión sobre ella, tan dura fue, que Abu Yahl le asestó un golpe que uno de sus pendientes saltó de su oreja. Pero eso no hizo menguar su resolución o determinación para mantener su secreto escondido. Ella no cedió en su misión de proporcionar víveres y noticias al Profeta (sws) y a su compañero, hasta que llegó la hora de abandonar la caverna y dirigirse a Madînah.

En esa ocasión Asmâ, ya les había preparado las provisiones suficientes para el viaje, pero cuando verificó el paño con el que estaban envueltos, se dio cuenta de que no tenía nada con que atarlo, aparte de su propio cinturón. Esto se lo comentó a su padre, quien le aconsejó dividir el cinturón en dos partes y utilizar una pieza para amarrar los odres de agua y la otra para amarrar el mantel que envolvía la comida. De este modo, Asmâ (ra) llego a ser conocida como Dhat al Nitâqain (la de los dos cinturones). [4]

Esta era la actitud de las primeras musulmanas, apoyando la religión de Allâh (swt) y uniéndose a las fuerzas de la da' wah, pues sus corazones estaban llenos de una Fe vigorosa y vibrante. No soportaban permanecer en la tierra del kufr, lejos del centro del Islâm, por eso, emigraron -con sus esposos, si estaban casadas- y su hiyrah, como la de los hombres, era por obediencia a Allâh (swt) y en apoyo a Su religión. Su Fe era como la de los hombres e hicieron sacrificios tanto como ellos los hicieron.

Esta profunda Fe, fue la que motivó a Umm Kulzum bint 'Uqbah ibn Abî Mu'it a emigrar a Madînah sola, en la época del tratado de Al Hudaiibiyah, cuando el Profeta (sws) prometió devolver a los mushrikûn a todo el que viniera para abrazar el Islâm.

El Profeta (sws) mantuvo su promesa y envió a dos hombres de regreso. Cuando Umm Kulzum llegó a Madînah, le dijo al Profeta (sws) : "He huido hacia ti con mi religión por tanto, protégeme y no me mandes de vuelta con ellos, porque me castigarán y me torturarán, y yo no tendré ni la paciencia, ni la fortaleza para soportar esto. Soy sólo una mujer, y tú sabes de la debilidad de las mujeres. He visto que ya has enviado a dos hombres de regreso" Entonces el Profeta (sws) dijo: "Allâh ha cancelado este tratado con respecto a las mujeres." [5]

Allâh (swt) conocía la Fe de Umm Kulzum bint 'Uqbah ibn Abî Mu'ayt, y otras mujeres muhâyir que habían emigrado únicamente por el amor a Allâh (swt), a su Mensajero (sws) y al Islâm.

Él (swt) reveló el Qur’ân con relación a ellas, cuando fue abolido el tratado entre el Profeta (sws) y los mushrikûn, solamente en el caso de las mujeres, y les prohibió que fueran enviadas de vuelta con los mushrikûn, una vez que el Profeta (sws) las puso a prueba y se aseguró que no habían emigrado por su esposo ni para obtener riquezas, ni tampoco por algún otro propósito mundanal. Ellas, de verdad, habían emigrado por la causa de Allâh (swt) y Su Mensajero (sws):

[¡Oh, creyentes! Cuando mujeres creyentes emigren a vosotros, examinadlas [para que se os evidencie su sinceridad], y [sabed que] Allah bien conoce su fe. Si corroboráis que son creyentes, entonces no las devolváis a los incrédulos. Ellas no son lícitas para ellos ni ellos lo son para ellas.] (Qur’ân 60: 10)

Una de esas mujeres virtuosas, una de las primeras personas que apoyaron al Islâm y al Profeta (sws) fue Umm al Fadl bint al Hâriz, Lubanah, la hermana de la esposa del Profeta (sws), Maimunah (ra). Ella fue la segunda mujer en abrazar el Islâm, al convertirse en musulmana después de Jadiyah, que Allâh (swt) esté complacido de ella. Ella fue una fuente de gran apoyo y consuelo para el Profeta (sws).

Lubânah (ra) era la esposa del tío paterno del Profeta (sws) Al 'Abbâs ibn 'Abdul Muttalib (ra), y era diametralmente opuesta a Umm Jamîl bint Harb, la esposa de su otro tío paterno Abu Lahab, a quien el Qur’ân describió como la transportadora de leña, que lleva una soga de fibra alrededor de su cuello (ver Qur’ân 111: 4 -5) debido a su determinación por hacer daño al Profeta (sws), mientras Lubânah era la que primera acudía a su respaldo y hacía sacrificios para apoyar a su religión, durante los días de prueba más difíciles, que los primeros musulmanes debieron afrontar.

Tanto Lubânah (ra), como su esposo Al Abbas (ra), y sus hijos solían ocultar su Islâm, obedeciendo la prescripción del Profeta (sws), y conforme a un plan bien pensado.

Así, fueron capaces de aprender los secretos de los mushrikûn y de pasárselos al Mensajero de Allâh (sws). Cuando fue librada la batalla de Badr entre los musulmanes y los mushrikûn, y llegaron noticias de la derrota de los Quraysh, Umm Fadl instó a sus hijos y a su esclavo liberto Abu Rafi' a ocultar su alegría por esta derrota, pues temía que los mushrikûn, especialmente Abu Lahab lleno de odio hacia Muhammad (sws), sus compañeros (ra) y su mensaje, les causarán algún daño.

Pero su esclavo liberto Abu Rafi' no se mantuvo a salvo de la ira de Abu Lahab, cuando expresó su alegría por la victoria de los musulmanes. En ese momento, Abu Lahab se encontraba enfurecido y desahogó su furia sobre el pobre hombre, golpeándolo en presencia de Umm Fadl (ra). A esa altura, Umm Fadl (ra) se tornó una feroz leona, y lo atacó gritando "¡Tú te lo llevaste cuando su amo se encontraba ausente!" A continuación lo golpeó con uno de los pilares de madera de la casa, y le asestó un golpe fatal a la cabeza. Abu Lahab no vivió más de siete días después del accidente.

Umm Fadl (ra) también soportó la separación de su esposo Al 'Abbâs con paciencia, por Allâh (swt), y en apoyo a su religión, cuando el Profeta (sws) impartió la orden de que Al 'Abbâs (ra) debía permanecer en Makkah y ella tenía que emigrar a Madînah. Su separación fue prolongada y difícil, pero Umm Fadl (ra) la soportó con paciencia, esperando la recompensa y pidiendo ayuda a Allâh a través de la oración y el ayuno, esperando que su amado marido terminara lo que tenía que hacer en Makkah y regresará a Madînah.

La única cosa que la ayudó a aliviar el dolor de la separación fue ver a su hijo mayor, 'Abdullâh, en compañía del Profeta (sws) diariamente, y bebiendo profundamente del puro manantial del Islâm. Nunca hubiera imaginado que la historia le estaba preparando su entrada por la puerta más amplia, pues ella habría de ser la gran madre de una gran eminencia, en cuanto a la enseñanza islámica y la interpretación del Qur’ân: 'Abdullâh ibn al 'Abbâs (ra).
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