"Tenemos que trabajar sobre el ideario colectivo para que la gente cambie su actitud"
José Manuel López, director de la Fundación Pluralismo y Convivencia.
“Ser católico, o anticatólico, afortunadamente ya no forma parte de la identidad de ser español. Ahora se puede ser español y musulmán, español y protestante o español e indiferente”, afirma, en una entrevista a RD, José Manuel López, director de la Fundación Pluralismo y Convivencia, encargada de la gestión de las relaciones con las confesiones minoritarias. En su opinión, la sociedad española tiene que aprender que “se puede ser un Estado muy laico, y a la vez muy respetuoso con las confesiones”.
-¿Qué es la Fundación Pluralismo y Convivencia y a qué se dedica?
-La Fundación data de finales de 2004, aunque es ejecutiva en 2005, con la idea de desarrollar los Acuerdos de 1992 con aquellas confesiones con las que no se había hecho: la Comunidad Judía, la Islámica y la Evangélica. Hemos lanzado unas líneas de subvención para una serie de proyectos educativos, culturales y de gestión.
-No estamos hablando en ningún momento de financiar el culto, como sucede con la Iglesia católica.
-El culto está excluido de la fundación, y el sistema es diferente al 0,7 de la Iglesia Católica. Porque el dinero no se transfiere a las confesiones, sino que éstas tienen que presentar proyectos, y el patronato de la Fundación es el que va decidiendo conceder unos u otros. Solemos tener solicitudes como cuatro veces más que nuestro presupuesto.
-¿Cuál es el espíritu de la Fundación?
-El espíritu es visibilizar una realidad. No se trata de equiparar, sino que ciertamente las confesiones minoritarias, que anteriormente eran muy minoritarias, hoy pueden estar en torno al 5% de la población. Esto supone algo más de 2,5 millones de personas. La Fundación intenta apoyar, y en tanto que apoya, ayuda a que las confesiones salgan de los espacios reducidos en los que estaban, porque al final acabas colocándote en la falsa idea de que ser musulmán o protestante es no ser de aquí.
-Lo que comúnmente se denomina “ghettos”…
-Claro, y lo que nosotros tenemos dos líneas de trabajo: una, explicar a la sociedad que ésta es una nueva realidad, con la que hay que convivir; y dos, explicar a las confesiones que tienen que abrirse y normalizarse.
-¿Cómo está recibiendo la sociedad, y las confesiones, ese doble objetivo?
-Nuestro trabajo con las confesiones ha sido muy bueno. Notamos que se empiezan a enganchar con la sociedad y sus administraciones, empiezan a normalizar sus relaciones, y vamos notando... Por ejemplo: hay aproximadamente 700 mezquitas reales en España. Cuando empezamos en 2005 estaban registradas 260. Ahora hay 660. No son de nueva creación, sino gente que ya estaba y que ahora se registra, porque ya se considera un actor social. Entonces, ese objetivo de “salir del ghetto”, como tú antes decías, permite normalizar la situación. Y estoy hablando de mezquitas, de iglesias protestantes, que pasan de ser semiclandestinas a tener un cartel donde se ve: no pasa nada, es un proceso de normalización. Y la sociedad, lentamente, vemos que lo van entendiendo. Para ello, es fundamental la tarea de las Administraciones locales.
-Que son básicas para ceder suelo para templos o enterramientos…
-Sí, y no sólo a para eso. Ahora estamos empezando a recibir todo tipo de consultas. Por ejemplo, antes se morían personas musulmanas, y tenían que enterrarlas fuera, porque eran inmigrantes. Pero ahora ya no lo son, y tienen que ser enterradas aquí. Hay que repensar esos sistemas, cómo trabajar con la Policía y las Administraciones… Existen ciudadanos españoles que ya profesan otras religiones, que tienen algunas especificidades. Eso, para los municipios, es un problema no ya ideológico, sino de gestión. Qué hago con mis ciudadanos: suelo, gestión, visibilidad…
-Un problema de ciudadanía…
-Sí. El otro día tuvimos un debate en torno a la que se había montado con la cruz en el colegio de Valladolid. Hasta ahora la aproximación era si estábamos o no en un Estado laico. La que hacíamos nosotros es la siguiente: ser católico, o anticatólico, ya no forma parte de la identidad tradicional de ser español. Ahora se puede ser español y musulmán, español y protestante o español e indiferente, que es lo que es la mayoría de la gente. Un crucifijo en una clase, al lado del retrato de los Reyes, es una manifestación, aunque no sea evidente, que tú eres respetado pero no eres de aquí. Tú eres español: no es un tema de clerical o anticlerical, sino de cohesión social. Los símbolos identitarios ya no son los mismos que hace 50 años, y hoy la cruz no es un símbolo identitario.
-Pero todavía queda mucho camino por recorrer en ese debate, y la prueba está en los funerales de Estado y demás…
-Pues yo creo que no le queda tanto, y lo vemos en nuestro trabajo. Una cosa es el nivel “macro”, las instituciones del Estado y demás, y otro el nivel local. Cuando un alcalde, da igual de qué partido, tiene un problema de gestión, lo que se plantea es solucionarlo. No es alta política, pero es más real y pragmático. No estamos hablando de inmigrantes, estamos hablando de ciudadanos y de votantes. Yo creo que desde lo real es más fácil superar esta clase de debates.
-En lo real… Desde la Fundación, ¿sois partidarios de que la religión quede relegada al ámbito de lo privado o al contrario, que el aspecto religioso de la persona tiene que tener una relevancia social?
-Siempre nos hemos movido en el debate entre lo privado y lo público, que es un debate del siglo XIX. Tenemos que cambiar la dinámica. Este país puede ser más laico, y a la vez puede tener más libertad religiosa. El hecho religioso está ahí: intentar taparlo con un dedo es un error. Ignorar esta dinámica, que existe, no tiene sentido. Reconocer ese hecho no significa que el Estado sea menos laico. Aquí creemos que para ser más catalán, hay que ser menos español. Blancos y negros. Pues no: se puede ser un Estado muy laico y a la vez muy respetuoso con las confesiones, y que éstas desarrollen sus espacios. No creo que haya que comparar EpC y la clase de Religión. EpC es para todos. Eso no implica que los que crean, sean judíos, católicos, musulmanes o protestantes (que son los que tienen potestad para dar clases), las desarrollen lo máximo que puedan. No son cuestiones contrapuestas. La Educación para la Ciudadanía es para todos, y hay que desarrollarla, y los que quieran clase de Religión, tienen que poder acceder.
-La reforma de la Ley de Libertad Religiosa, ¿va por esa línea?
-Esa reforma la anunció la vicepresidenta en su momento, y se ha recogido en el último Plan de Derechos Humanos. No sé por dónde va, pero sí creo que el contexto de este país no es de suma cero. Intentar leer la realidad en un marco del siglo XIX no es correcto. Yo soy de una generación en la que me hacían elegir Ética o Religión. Había dos éticas en el país, los clericales y los anticlericales. Eso es un error, porque la ética es para todos, y luego hay alguna gente que además es religiosa. Y las dos cosas se pueden desarrollar a la vez.
-Pero sí estamos en un país en el que quedan vestigios de esa dicotomía de la que hablabas. Muchos ponen sobre la mesa la vigencia de los Acuerdos Iglesia-Estado de 1979…
-Nosotros venimos de un espacio de Transición, donde ser católico formaba parte de la idiosincrasia de ser español. Eso no es así ahora. El problema está en la relación entre el Estado, las confesiones y el resto de sociedad indiferente o no creyente. Eso es diferente a la relación Iglesia-Estado.
-O sea, que hay más actores, y más realidades…
-El problema no está en que el Estado tenga un acuerdo con la Iglesia católica, con la confesión musulmana, con la evangélica o la judía, porque eso entra dentro del espacio de la libertad religiosa, y hay que desarrollarlo. Pero también debe haber un espacio para la laicidad, y se pueden desarrollar a la vez. Lo otro es meterse en un callejón.
-¿Se puede desarrollar, por ejemplo, una ampliación del IRPF a otras confesiones, o abrirse el espacio a otros acuerdos con mormones o budistas?
-Todos estos temas están encima de la mesa. Pero, ojo, que tener los mismos derechos no tiene por qué implicar que se haga exactamente igual. El tema del 0,7 que se da a la Iglesia católica, que tiene una jerarquía y sabe repartir, en la Comisión Islámica o los evangélicos no se da… El mismo derecho no se da con el mismo formato. Son cuestiones que hay que ver.
-¿Preocupa el estado de las relaciones Iglesia-Estado en España?
-Eso está fuera del ámbito de la Fundación, porque nosotros trabajamos con las otras confesiones. Dicho esto, sí creo que no tiene que influir en la dinámica real de este país.
-¿Cuánto le queda a este país para terminar de aprehender esa dinámica, que no parezca extraño que haya un musulmán, o un no creyente al lado tuyo? ¿Qué falta a nuestra sociedad para normalizarlo?
-No le queda mucho. Pero sí es verdad que cuando se producen, tiene que haber una gestión adecuada. La gente ha de entender que siendo español, se puede ser en materia de creencias muchas cosas. O incluso no ser, como la mayoría de la gente. Pero es un no ser indiferente, no belicoso. Eso hay que meterlo en la escuela, aprender que ser musulmán no es sinónimo de ser inmigrante o terrorista. Y eso hay que hacerlo. Papel importante tiene la escuela, los medios de comunicación y las administraciones locales…. Que tienen que saber que si un día bajan a la procesión, al día siguiente tal vez tengan que bajar a romper el ayuno del Ramadán… Porque ciudadanos son tanto unos como otros. Y eso no es contrapuesto con ser una administración democrática.
Ni atacar a los que son no creyentes, porque vivimos en una sociedad plural. Y no creo que tardemos mucho. Y cuando ves a los niños, ves que eso ya va cambiando. Tenemos que trabajar sobre el ideario colectivo para que la gente cambie su actitud.