Todas las alabanzas son para Dios, el Señor[1] de los mundos, y que Dios exalte la mención de Su Profeta, y que proteja a su casa volviéndola segura de todo daño.
Cuando hablamos del Profeta Muhammad ()[2] se debe tener en cuenta que se está hablando del individuo más grande de la historia. Y no es una frase sin fundamento; quien lea su biografía, y aprenda sus modales y ética, a la vez que se mantiene alejado de todos los preconceptos seguramente llegará a esta conclusión. Algunos no musulmanes que practican un carácter justo también han llegado a esta conclusión.
El Profesor Hasan Ali, que Dios tenga piedad de él, dijo en su revista ‘Nur al-Islam’ que un colega suyo de religión Brahmánica[3] le dijo una vez: ‘Reconozco y creo que el Mensajero del Islam es el hombre más grande y maduro de toda la historia’. El Profesor Hasan Ali, que Dios tenga piedad de él, le preguntó: ‘¿Por qué lo consideras el hombre más grande y maduro de toda la historia?’. Este le respondió:
‘Ningún hombre poseía las características, los modales y la ética que él tenía en conjunto. Él era un rey bajo cuyo reinado la península estaba unificada; pero era humilde. Él creía que el dominio era solo de Dios. Le llegaban grandes riquezas, mas vivía en estado de pobreza; el fuego no ardía en su casa durante muchos días y permanecía con hambre. Era un gran líder; guiaba a unos cuantos a luchar contra miles, aún así los derrotaba de manera decisiva. Amaba los acuerdos de paz, y los entablaba con firmeza de corazón, si bien tenía a su lado a miles de sus bravos y valientes Compañeros. Cada Compañero era muy valiente y se enfrentaba por sí solo a mil enemigos, mas no se sentía intimidado en lo más mínimo. Pero el Profeta tenía un corazón tierno, piadoso y no quería derramar ni una gota de sangre. Estaba profundamente preocupado por los asuntos de la Península Arábiga, mas no descuidaba los asuntos de su familia, su hogar, o los pobres y necesitados. Enseñaba con gusto el Islam entre aquellos que habían perdido el rumbo. En general, era un hombre preocupado por el mejoramiento y el bienestar de la humanidad, mas no se interesaba en amasar una fortuna mundana. Se ocupaba con adorar a Dios y amaba hacer aquellas cosas que complacían a Dios. Nunca se vengaba por razones personales. Rezaba incluso por el bienestar de sus enemigos y les advertía del castigo de Dios. Era ascético con respecto a los asuntos mundanos y adoraba a Dios toda la noche. Era el soldado bravo y valiente que luchaba con la espada – y el infalible Profeta – el conquistador que conquistaba naciones y países. Dormía en una parva de paja, y una almohada rellena con gruesas fibras. La gente lo coronó como Sultán de los árabes, o Rey de la Península Arábiga, mas su familia llevaba una vida simple, aún después de recibir grandes fortunas; las riquezas se acumulaban en la mezquita. Fátima[4] se quejó una vez ante él por el arduo trabajo que ella hacía, el mortero y la jarra de agua que solía llevar dejaban marcas en su cuerpo. El Mensajero no le dio un sirviente, ni le dio una porción de su riqueza; en su lugar, le enseñó unas palabras y súplicas. Su Compañero, Umar[5], vino a su casa y miró su cuarto, y no vio más que una parva de paja sobre la que estaba sentado el Profeta, y que le había dejado marcas en el cuerpo. Los únicos víveres que había en la casa eran medio Saa’[6] de cebada en un recipiente, y una piel para contener agua que colgaba de la pared – eso es todo lo que el Mensajero de Dios poseía en un momento en que la mitad de los árabes estaban bajo su control. Cuando Umar vio esto, no pudo controlarse y rompió en llanto. El Mensajero de Dios () dijo:
‘¿Por qué lloras Umar?’. Él respondió: ‘¿Por qué no habría de llorar? – Cosroes y César disfrutan de este mundo y el Mensajero de Dios () solo posee lo que puedo ver’. Le respondió: ‘Oh Umar, ¿no te complacería saber que eso es lo que les toca a Cosroes y César en este mundo, y que en el Más Allá el placer será solo para nosotros?’
Cuando el Profeta examinaba sus tropas antes de ocupar La Meca, Abu Sufyan (uno de sus enemigos) estaba parado junto a al-Abbas, el tío del Profeta () y miraban los estandartes del ejército musulmán. Abu Sufyan en ese entonces no era musulmán. Se sorprendió ante el gran número de musulmanes; avanzaban hacia La Meca como un torrente de agua. Nadie podía detenerlos y nada se interponía en su camino. Abu Sufyan le dijo entonces a al-Abbas: ‘¡Oh Abbas, tu sobrino se ha convertido en un gran Rey!’ Abbas respondió diciendo: ‘No es un rey, sino profeta, y transmite el Mensaje del Islam’.
Ad’i at-Ta’i quien era un paradigma de generosidad, asistió a la asamblea del Profeta () mientras aún era cristiano. Cuando vio cómo los Compañeros engrandecían y respetaban al Profeta, se vio confundido - ¿era Profeta o rey? Se preguntó a sí mismo: ‘¿es un rey o un Mensajero de los Mensajeros de Dios?’. Mientras trataba de encontrar una respuesta a su interrogante, una mujer destituida vino al Profeta y le dijo: ‘Quiero contarte un secreto’. Él le dijo: ‘¿En qué camino de Medina quieres que nos encontremos?’. El Profeta () partió con la mujer y se ocupó de sus necesidades. Cuando Ad’i vio la humildad del Profeta, se dio cuenta de la verdad, se deshizo de las cruces que llevaba consigo, y se convirtió en musulmán’.
Mencionaremos algunas frases de los orientalistas con respecto a Muhammad, que Dios exalte su mención. Como musulmanes, creemos en el Profeta () y en su Mensaje, pero mencionamos estas frases por las siguientes razones:
a. Para que sirvan de recordatorio y advertencia a los supuestos musulmanes que abandonaron a su Profeta, para que así se apresuren y regresen a su religión[7].
b. Para que quienes no son musulmanes sepan quién es el Profeta a partir de las palabras de su propio pueblo, y puedan así ser guiados al Islam.
Le pido a ellos que no sean prejuiciosos a la hora de buscar la verdad, o al leer éste o algún otro material islámico. Le pido a Dios que haga abrir sus corazones para que acepten la verdad, y que les muestre el camino correcto y los inspire a seguirlo.
[1] La palabra utilizada en el Sagrado Corán es Rabb. No hay ningún equivalente apropiado para Rabb en el idioma español, ya que este vocablo incluye los siguientes significados: el Creador, el Diseñador, el Proveedor, de Quien todas las criaturas dependen para sus medios de subsistencia y el Que da la vida y la muerte.
[2] Este término árabe significa, “quiera Dios honrarlo y protegerlo de todo mal.”
[3] Brahmán: miembro de la más alta de las cuatro castas hindúes: la casta sacerdotal.
[4] Fátima era una de las hijas del Profeta.
[5] Uno de los compañeros cercanos del Profeta, y el segundo Califa después de su muerte.
[6] Saa': es una medida de capacidad equivalente a cuatro palmos.
[7] La palabra traducida como religión es 'Din' que en árabe normalmente se refiere a un estilo de vida que es privado y público. Es un término que significa: actos de culto, vida cotidiana, práctica y política.