Ithar Ghada Faied Admin
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| Tema: No es envidiosa Miér Dic 08, 2010 10:07 am | |
| ¿Cuán a menudo la mujer común cae en el pecado de la envidia cuando ve a otras mujeres inferiores a ella en cuanto a belleza, conocimiento e inteligencia sumirse en riquezas y lujo mientras que ella ni siquiera tiene lo más mínimo de lo que ellas gozan? Sin embargo, la musulmana cautelosa y fielmente guiada está a salvo de tropezar con tal error, porque aprendió de las enseñanzas del Islam que todo lo que le sucede en la vida, sucede de acuerdo a la voluntad y decreto de Allah (swt).
Los placeres de esta vida no importa cuán grandes sean, no son nada en comparación con la recompensa que Allah (swt) ha preparado para las mujeres creyentes, satisfechas de lo que Allah (swt) les ha concedido. El verdadero valor de una mujer descansa en su grado de taqua y en sus buenas obras, no en sus transitorias ganancias mundanales. Cuanto más se refuerzan estos valores en el espíritu de la mujer, más puro y más tranquilo se volverá su espíritu, y ella llegará a ser una de las moradoras del Paraíso que ganó la complacencia de Allah (swt), aunque sus actos de adoración fueran pocos. El Imâm Ahmad relató con un isnâd sahîh de Anas ibn Mâlik lo siguiente:
"Estabamos sentados junto al Profeta (sws) y él dijo, 'Una de las gentes del Paraíso vendrá hacia vosotros'. Entonces, apareció un hombre de los Ansâr con su barba goteando de agua debido al udû', y llevando sus sandalias en la mano izquierda. Al día siguiente, el Profeta (sws), dijo la misma cosa, y apareció el mismo hombre, luciendo de la misma manera que el día anterior. Al tercer día, El Profeta (sws) dijo la misma cosa nuevamente, y el mismo hombre volvió a aparecer de nuevo. Cuando el Profeta (sws) salió, 'Abdullâh ibn 'Amr ibn al 'Âs siguió a este hombre y le dijo: 'He tenido una discusión con mi padre y juré no entrar a su casa por tres días, por eso, pensé que podía quedarme en tu casa hasta cumplir el plazo’. El hombre dijo, 'Está bien’.
Abdullâh solía contar cómo permaneció con él durante esas tres noches, y nunca vio al hombre levantarse para rezar durante la noche. Pero cuando se levantaba y se entregaba al sueño nuevamente, mencionaba a Allah (swt), diciendo 'Allahu akbar'. Hasta que se levantaba para el salâh al fayr. Pero siempre le oyó decir sólo buenas cosas. Cuando finalizó el plazo de tres días, comenzó a pensar que sus actos no eran para nada notables, y le dijo: “¡Oh siervo de Allah! No tuve ninguna pelea con mi padre, pero escuché decir al Profeta tres veces: 'Una persona de la gente del Paraíso vendrá hacia nosotros'. Y tú aparecías cada vez, por eso, quería venir aquí y estar contigo para ver qué es lo que hacías y poder seguir tu ejemplo, sin embargo no vi nada de extraordinario. ¿Qué es lo que te hecho elevar a tan grande condición, como dijo el Profeta (sws)?". El hombre respondió, "Es solamente lo que has visto." Cuando se dio la vuelta para marcharse, él le llamó y le dijo: "Es solamente lo que has visto, pero yo no tengo nada en contra de ningún musulmán en mi corazón, y no envidio a nadie, a causa de las bendiciones con las que Allah (swt) me ha agraciado". Entonces 'Abdullâh dijo: “Esto es lo que te ha elevado a tan gran condición, y esto es lo que no pudimos lograr nosotros".[1]
Este Hadîz señala los efectos de poseer un corazón libre de odios, envidia, malicia, y traición, y su impacto en decidir el destino de una persona en la vida futura al elevar su condición a la vista de Allah (swt) y hacer sus actos aceptables, aunque sean pocos. Estos efectos pueden ser claramente apreciados en el ejemplo de este hombre cuyos actos de adoración eran tan sólo unos cuantos, sin embargo, entraría en el Paraíso debido a la pureza de su corazón, y por el hecho de que la gente estaba a salvo del perjuicio de su parte. Estos efectos están en directo contraste con la mujer sobre la cual el Profeta (sws) fue preguntado. Aunque ella pasaba sus noches en oración y sus días ayunando, solía insultar y maltratar a sus vecinos, por ello, el Profeta (sws) dijo: "Ella estará en el Infierno".[2]
La persona, que pesa fuertemente en la balanza del Islam (es decir que es exitosa) es aquella cuyo corazón siempre está puro, y libre del odio, maldad, malicia y resentimiento, aunque sus actos de adoración fueran contados. En cambio, la persona que lleva a cabo diversos actos de adoración cuando su corazón está llenó de sentimientos de envidia, rencor, y odio, tan sólo los realiza como mecánicas acciones externas, que claramente no tiene ningún fundamento en la Fe. De allí, que no tenga ningún efecto al momento de purificar sus almas de la envidia. Sobre la envidia precisamente el Profeta (sws), expresó que no pertenece al corazón de quien tiene verdadera Fe:
"La Fe y la envidia no van juntas dentro el corazón del creyente".[3]
Damurah ibn Za 'labah (ra) dijo:
"El Mensajero de Allah (sws) dijo: " La gente obrará bien mientras no se envidien los unos a los otros".[4]
La verdadera musulmana es aquella que combina la adoración adecuada, con la pureza del corazón, descontaminada de la envidia, la malicia, y el odio. De esta forma, ella podrá escalar las alturas de la verdadera taqua, y lograr al mismo tiempo una elevada condición a la vista de Allah (swt) y a la vez ganar el amor, y el respeto de las demás personas en este mundo. Así, se convertirá en un sólido ladrillo dentro de la estructura de una comunidad musulmana pura y cohesiva que merece ser portadora del mensaje de Allah (swt) para toda la humanidad.
[1] Musnad Ahmad, 3/166.
[2] Relatado por Al Bujâri en Al Adâb al Mufrad, 1/210, Bâb la yu'dhî jârahû.
[3] Relatado por Ibn Hibbân en su Sahîh, 10/466, Kitâb al siyar, bâb fadl al yihâd.
[4] Relatado por At Tabarânî; los hombres de su isnâd son ziqât. Ver Mayma' al Zawâ'id, 8/78, Bâb maja'âfi'l hasad wa'l dhann.
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